domingo, 26 de junio de 2011

Sobre Rudolf Nureyev

Para muchos un genio, para otros un bailarín que ha sido sobre estimado y sobre valuado. Ya tenía 17 años cuando realizó la audición para entran al Instituto Coreográfico Vaganova de Leningrado, con poco entrenamiento formal para los requerimientos de esta escuela. Sin embargo, estaba destinado a ser inolvidable. Al finalizar la escuela, fue aceptado en la compañía del Kirov Mariinsky Ballet como solista y no como parte del cuerpo de baile, lo cual es algo fuera de lo ordinario.


A los pocos años, desertó de Rusia y debutó en Inglaterra en donde inmediatamente fue solicitado a unirse al Royal Ballet. En 1962 se presentó junto a quien realizaría grandes ballets posteriormente, Margot Fonteyn en esa ocasión en Giselle. De ese momento en adelante, Nureyev se convirtió en uno de los bailarines más internacionales de la historia y en una sensación para diferentes audiencias, incluyendo la audiencia americana. En gran parte, su éxito radicó en su tremenda habilidad histriónica.

Tuvo gran influencia en compañías importantes no sólo como bailarín sino como coreógrafo, creando nuevas versiones para los ballets clásicos, las cuales aún se presentan actualmente. Es aquí donde puede apreciarse que Nureyev concebía el ballet y la técnica de manera diferente, su fascinación por los ronds de jambes y saltos con batería puede apreciarse fácilmente, así como la rigidez y la limpieza que exigía para los movimientos, sobre todo para los port de bras. Sus coreografías son de tremenda exigencia técnica, más que todo para los roles femeninos.

Su último rol como Carabosse fue realizado en 1992, murió en París en enero del 93. Su aporte para el ballet fue inmenso y para los que lo admiramos, nos dejó un gran legado.